Domingo de feria libre
Por Pedro Lemebel


¿Y por qué otra cosa sino por ventear la lengua en el cotorreo zoológico de la feria libre en domingo? Allí, en el par de cuadras donde se instala semana a semana el mercado feriano a la intemperie.
Ahí donde se arma y desarma la sociología doméstica del pelambre, del dime que te diré, del recuento de guaguas nuevas y abuelos muertos que ya nunca más se les verá conversando o comprando en la feria del barrio. La feria libre, como se le llama a este dislocado matuteo de frutas, verduras y cuanta porquería taiwanesa que relumbran en los mesones de los puestos. Donde se juntan las vecinas para intercambiar recetas y remedios caseros.
Toda la “pobla” se reconoce en el rito dominguero de la feria libre, el único día en que el menú cotidiano de las pantrucas se alegra con la fiesta del pescado frito.

Camina entre el griterío de mercancías, mientras se detiene tocando una blusa, una falda, un vestido colgado como una bandera de naufragio en la moda crespa de la ropa usada americana. Pero hay tantas cosas más necesarias, que mejor olvidar ese antojo. Y la señora sigue buscando los precios más baratos, los tomates más económicos.

Ella va o la lleva la eufórica multitud, no lo sabe.”


RELACIÓN, CAMINAR/ARQUITECTURA.
En las ferias libres se da, en perfecta sintonía las relaciones libres-abiertas, próximas y dialogantes con un caminar conciente e informal incorporado a un vertiginoso movimiento y flujo de la ciudadanía. Comúnmente la gente que van al lugar tienen una interacción con los vendedores y demás personas, cercana, directa; condicionadas por el espacio angosto, abierto, traslucido y temporal. La medida mínima del espacio hace que el individuo sienta una cercanía con el lugar. Por lo tanto pasa a ser un punto de reunión, de largo estar y pasajero, rápido para otros, es decir, son puntos de la ciudad donde convergen la permanencia con la movilidad.


MODELO ICONOGÁFICO.


Al ser exteriormente de alambre, se produce el efecto que quiero expresar, que es la simpleza y a la vez firmeza, que permite visualizar claramente su contenido.
Al intentar introducir la mano nos encontramos con el concepto de medida mínima, concepto del cual yo hablo en mi trabajo, de esa medida justa, ni más ni menos, al alcance de nuestro cuerpo. Los hilos delgado y casi trasparentes se forman próximos unos con otros, teniendo una relación entre ellos, cuando yo introduzco la mano, aunque los hilos se pueden interpretar como obstáculos, los que interrumpirán la entrada estos se vuelven flexibles y dóciles, sintiendo un roce, el que nos alerta de que están ahí, pero, sin embargo, la mano puede seguir avanzando.

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