Los textos estudiados están tomados de dos sociólogos que hablan de un caminar dispersivo pero en distintas épocas.
Según el sociólogo George Simmel en el siglo XVIII caminar por la calle era una actividad social que tenía muchísima importancia tanto en París como en Londres. El paseo era descrito como una especie de advenimiento del gusto italiano, y de alguna forma era así. La ciudad barroca planeada en Italia, especialmente la Roma de Sixto V, había dado gran importancia a los placeres de viajar a través de la ciudad, experimentando el movimiento de un monumento a otro, de una iglesia a otra o de una plaza a otra. Esto estimulaba el poder de la observación y la dispersión de la mente humana. Caso contrario en la actualidad donde Richard Sennett, en su libro Carne y piedra, establece que las personas se han acostumbrado a sentir a través de los medios y que esto ha provocado "un embotamiento, una monotonía y esterilidad táctil". El consumo continuo y elevado de emociones simuladas provoca el "desafilo" de la sensibilidad humana, el cuerpo se mueve pasivamente y casi sin participación en la ciudad moderna. Los reallity shows que muestran las sensaciones de otros pero que el cuerpo sufre como propias, las novelas trágicas, el cuerpo de la mujer desvalorado y puesto en el papel de cuerpo hermoso, la sensibilidad barata de los talk shows, el cine espectacular, y tantas otras hace que el hombre de la urbe exige un organismo que viva el goce individual y lejano al otro.

De una Arquitectura viva a una muerta
Los espacios abiertos que tiene reciprocidad directa con edificios, casas, tiendas comerciales, están siendo atacados bruscamente por la arquitectura muerta, denominando arquitectura muerta a conjuntos de proyectos inmobiliarios que se perfilan dentro de una arquitectura anónima de poca creatividad funcional/estética y respeto a la calidad de vida de los ciudadanos y comunión con el ambiente (ya sea calles, parques, callejones, etc.) por donde transita el ser humano. Esta nula relación que implantan los edificios “ciegos” (edificios donde no importa el nombre del arquitecto) con la calle, provoca un caminar intrascendental, casi un reflejo rutinario del ser, lo que impide el nacimiento de sensaciones, una labor primordial de la arquitectura en el hombre al experimentar la contemplación/ introspección, atrofiando en grandes cantidades las emociones y expansiones filosóficas y físicas del ser humano.

El cubo de la amplitud esta dividido en lectura por dos partes, una lectura visual y una lectura táctil. Las que se relacionan directamente entre si.
Por un punto visual del objeto se observa que en un lado de sus caras se forman filas de figuras humanas en blanco que no tienen un final y que se manifiestan en un espacio negro el cual esta libre de demarcaciones, lo que a primera vista ayuda a decodificar el concepto de un lugar amplio con grandes magnitudes.
Al tacto, el cubo presenta un orificio negro en la parte superior de su estructura por donde se introduce una mano la que se ve comprimida al momento de avanzar llegando a un final en que el espacio es estrecho y se muestra como el final de una perspectiva pero como el comienzo de otra que se expande hasta llegar a una cavidad virtual amplia y sin paredes.

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